Un blog de puta madre

viernes, 19 de marzo de 2010

Damas de Blanco

Pequeña entrevista a la portavoz de las "Damas de Blanco" cubanas:

Vídeo bastante curioso

Lecciones de derechos humanos de una policía democrática a la de la dictatorial Cuba:

Discurso Fidel Castro

Debajo de éstas líneas, la transcripción de uno de los discursos pronunciados en los últimos años por el opresor y sanguinario dictador Fidel Castro.
Año 2002 a los estudiantes de medicina:

Sintetizado:

Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, el 3 de diciembre del 2002

(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)



Somos un país pequeño, pero este país pequeño ha podido demostrar cuánto se puede cuando se quiere, cuánto se puede si los recursos humanos de cualquier país pueden ser bien utilizados. Y hoy resulta una vergüenza que, a pesar de ser Cuba un país pequeño, hoy este pequeño país sea indispensable si se quieren librar verdaderas batallas contra enfermedades que amenazan con la desaparición de naciones enteras o, incluso, regiones enteras de determinados continentes. Y no habría que romperse mucho la cabeza, bastaría examinar el número de infectados de SIDA, enfermedad surgida hace apenas 20 años; enfermedad, además, mortal, destructora, que afecta a las personas en las edades más importantes para su capacidad de producir o de prestar servicios, lo cual se puede concretar en un simple dato, y es que el número de maestros que mueren por año, en un importante país de Africa, es superior al número de maestros que se gradúan, y esto puede esclarecer la idea de que tal enfermedad mata a las personas cuando pueden ser más útiles a sus pueblos y a la humanidad, y, repito, tanto en la producción como en los servicios.


No emplearé más tiempo que el de mencionar lo que significa para cualquier país, donde los índices de infectación superan el 10, el 20 ó el 30 por ciento de las personas entre 15 y 50 años de edad, y donde los médicos escasean y escasean los hospitales. ¿Qué va a pasar o qué está pasando ya, cuando los hospitales no dan abasto y a los gobiernos y a las autoridades sanitarias no les queda otra alternativa que establecer corrales donde vayan a morir como animales los seres humanos? Si todos los hospitales se saturan de los enfermos por la epidemia, una enfermedad que es causante de otras numerosas manifestaciones, ¿qué hacer con ellos, ubicarlos en los escasos y saturados hospitales donde otros pueden salvar la vida, o enviarlos a un rincón a que mueran? Realmente no recuerdo haber conocido en algún otro momento de la historia situaciones parecidas.



Son estas las razones por las que expongo que el desafío que las enfermedades hacen a la humanidad es un desafío serio, grave y creciente, y será creciente en la medida en que el descuido y la inconciencia sobre los problemas de salud pública sean mayores, de lo cual no puede culparse por entero, ni mucho menos, a los países más pobres de la Tierra, ya que aquellos que nos saquearon durante siglos han sido incapaces de dar el mínimo aporte para esa lucha, en vez de gastar el dinero en cantidades fabulosas, en guerras, especulaciones, lujos y otras cuestiones de las que no resultan esenciales en la vida.

Nosotros tenemos plena confianza en la capacidad de los seres humanos para vencer obstáculos, por grandes que sean, y sentimos vergüenza cuando vemos los índices de salud en el mundo, como sentimos vergüenza cuando vemos los índices de analfabetismo, los índices de desnutrición, los índices de hambre, los índices de desempleo, los índices de trabajo infantil, los índices de abusos y corrupciones sexuales con los niños que aparecen hoy en cualquier revista de las organizaciones internacionales que se ocupan de esos problemas.

Nuestro pueblo tiene derecho a sentir satisfacción por la conciencia que tomó sobre estas cuestiones, por el esfuerzo realizado; tiene que tener satisfacción también por la cooperación que prestan, tanto sus médicos integrales como los médicos y personal que participan en los planes de salud y en los programas de formación de personal técnico.


Ya se trataba de algo más que de formar personal médico, formar una conciencia verdaderamente humana de la medicina. Si toda la medicina se comercializa, desde la producción de los medicamentos hasta la prestación de los servicios, el mundo quedaría con una medicina cada vez más deshumanizada.

Me atrevería a citar una cifra: estoy absolutamente seguro de que si hoy todos los países desarrollados, empezando por Estados Unidos, Canadá y Europa, quisieran enviar 1 000 médicos a Centroamérica, Haití y otros lugares donde trabajan nuestros médicos, entre todos juntos, no reúnen los 1 000 médicos para ir allá a las mesetas, a enormes alturas, o a los valles, a lugares apartados, donde hay insectos y animales dañinos, riesgos de todo tipo, todas las incomodidades juntas; aquellos que, sin ser necesariamente malas personas, fueron educados en un concepto mercantilista, y hoy obtienen ingresos mínimos que pueden ser, como en Estados Unidos, 140 000 dólares, o cifras parecidas, una gran casa, tres automóviles, varios televisores, computadora, calefacción, aire acondicionado, todos los muebles y cachivaches de cocina, etcétera, etcétera, no están fácilmente dispuestos a separarse de la familia un año, o dos, o tres para ir a prestar servicios en medio de las horribles condiciones en que viven los países del Tercer Mundo.

Por lo tanto, esta escuela tiene el objetivo mucho más elevado, y más trascendental, que aportar un número de médicos. Lo importante que debe aportar esta escuela es el ejemplo de lo que debe y puede ser un médico educado en principios humanitarios. Hay que tener verdadera confianza en la capacidad del ser humano para saber que puede prevalecer por encima de todas aquellas tentaciones y comodidades, para saber que puede ser educado en principios verdaderamente humanos y no corrompido por las sociedades de consumo.


Nuestros médicos, con sus esfuerzos llevados a cabo a lo largo de 40 años, sacrificios por los que pasaron, peligros que debieron soportar, han sido capaces de prestar servicios internacionalistas por decenas y decenas de miles de ellos, médicos y enfermeras, médicos y otros profesionales de la salud. Eso demuestra que es posible, porque lo ha hecho un país subdesarrollado, del Tercer Mundo y encima bloqueado y sometido a una feroz guerra económica y amenazas constantes de todo tipo.

Mas tal vez esto que digo no fuese una desventaja, y, todo lo contrario, fuese una ventaja, porque cuando a veces se habla de lo que Cuba ha hecho en un terreno o en otro, hemos dicho, medio en broma y medio en serio —y tal vez más en serio que en broma—: gracias a nuestros vecinos del Norte; porque respondiendo con honor el desafío, respondiendo con dignidad el intento pérfido de privar a nuestro país de médicos para rendirnos por enfermedades, y para rendirnos, además, por hambre, con su criminal bloqueo, respondimos como debía responderse, aceptando el desafío y llevando a cabo todos los esfuerzos necesarios para derrotar esos intentos, y eso tal vez nos ha hecho fuertes. Quizás si hubiésemos sido un país con muchos recursos y sin bloqueo, nos hubiésemos dejado arrastrar por esas ansias de consumismo con que han envilecido el alma de cientos de millones de personas en el mundo. En virtud de una ley de los contrarios, al someternos a tales pruebas, hemos alcanzado determinados éxitos, hemos alcanzado determinadas metas.

Eso es lo que nos enseña la historia. Nadie tendría derecho a declarar el género humano como algo moralmente perdido; al contrario, lo que hemos vivido nos enseña a pensar en el ser humano como algo capaz de la moral y de la victoria.

Esto que he dicho no significa, sin embargo, que estemos satisfechos; no significa, ni mucho menos, que tengamos derecho a vanagloriarnos, porque estamos conscientes, aun en medio de los éxitos, de cuáles han sido nuestras deficiencias, somos capaces de comprender nuestros errores, aunque sea en ocasiones el error en tardarnos demasiado en descubrir algunas cosas.

Hoy, a un ritmo mucho más acelerado, vamos descubriendo nuestras deficiencias. Claro que son deficiencias de ahora, o de una etapa que corresponde a una parte de la Revolución. En los primeros años hicimos todo lo que podíamos hacer, cuando nos privaban de los médicos, cuando no había recursos, cuando se inició el bloqueo y cuando en el país había un 30% de analfabetismo y un 90% entre analfabetos totales y analfabetos funcionales, cuando solo alrededor de 400 000 personas se habían graduado de sexto grado, y qué sexto grado. No poseíamos el capital humano que poseemos hoy; pero con el capital humano que poseemos hoy podríamos estar haciendo las cosas mucho mejores o, digamos, muchas más y mejores cosas.


Búsquense pruebas más difíciles para un pequeño país que jamás renunció a su dignidad, a su vergüenza, a su patriotismo y a su honor, porque unas pocas golondrinas o, incluso, un determinado número de golondrinas —como dice el refrán— no hacen verano. Los débiles, los traidores, los que se desmoralizaron no pudieron compensar, ni anular, ni destruir la poderosa e inconmovible fuerza de este heroico pueblo que hoy emerge (Aplausos). Treinta años de Revolución, 30 años de justicia, 30 años de esfuerzo denodado por llevar al pueblo el máximo de bienestar posible, crearon la conciencia necesaria para resistir.

Ya no éramos un pueblo de analfabetos, que no tenían ninguna cultura política y que decidía los destinos del país o el tipo de bandoleros que iban a elegir a través de la propaganda, de una saturación de pasquines, de empapelar las ciudades, que elegía gobernantes en virtud de la ignorancia, sin entender absolutamente nada de los problemas reales y profundos de la vida de una sociedad. Ya no era el pueblo de analfabetos, era el pueblo donde todos sabían leer y escribir, donde el promedio de conocimientos pasaba ya del séptimo grado o del octavo grado, donde cientos y cientos de miles se habían graduado en las universidades, donde los medios masivos no eran propiedad privada de nadie para alquilárselos a los corrompidos de la política, para vender la información y la noticia a los mejores postores, y los mejores postores eran los mayores explotadores, los más corrompidos, los que más robaban, como todavía ocurre, desgraciadamente, en muchas partes del mundo.


Hoy nos hemos circunscrito al tema de la esfera médica, alentados por lo que aquí se ha dicho, alentados por lo que aquí se ha visto, alentados por el esfuerzo heroico de nuestros miles de médicos, en su inmensa mayoría especialistas en medicina general integral que prestan servicios en otras tierras y estimulados por la presencia de miles y miles de estudiantes fundamentalmente latinoamericanos. Nuestro concepto acerca de la formación de médicos en un continente distante y pobre como el Africa, es llevar allí las facultades de medicina a través, precisamente, de ese personal médico que está prestando servicios.

Recuerdo la primera facultad de medicina que se hizo con la cooperación de Cuba en Yemen, era una barraca de madera; recuerdo también cuando la hicimos en Guyana, o cuando la hicimos en Guinea Bissau. Esta vez teníamos la experiencia y lanzamos la consigna de crear una facultad de medicina dondequiera que llegaran, ya que, al revés de América Latina, en el Africa hay muchos países que no tienen una facultad de medicina. Crear allá facultades de medicina. La distancia es grande, el costo de los transportes es elevado, muy elevado, y, además, serían muchos años sin contacto con sus países y aunque aquí jamás se ha aplicado la política del robo de cerebros, como existe en Estados Unidos, en Canadá y en Europa, en los países desarrollados, porque disponen de salarios más altos, centros de investigación, mejores condiciones de vida; de este modo, a este hemisferio al que ustedes pertenecen, en unos 35 ó 40 años, le han arrebatado 500 000 profesionales universitarios. A este mismo país que ahora impulsa nuevos programas, como los programas de cirugía cardiovascular, llamados a prestar servicio a toda la nación para salvar de 4 000 a 5 000 vidas cada año; simplemente con el diagnóstico de riesgo de muertes por problemas cardiovasculares y la aplicación a tiempo de las medidas pertinentes pueden prolongar su vida durante muchos años y morir incluso de cualquier otra cosa, menos de una enfermedad cardiovascular. Le han robado en el período especial casi 30 especialistas.


Del mismo modo que sabemos que hay hospitales que marchan bien, otros que marchan regular y otros que marchan mal, soñamos con que no quede un solo hospital en esta capital o en cualquier ciudad de Cuba que marche mal por problemas de orden administrativo o subjetivo. Poco a poco iremos conociendo cómo funcionan todos y poco a poco iremos descubriendo las decenas de miles de valores que hay entre nuestro personal de salud de las más diversas categorías de atención, entre enfermeros, entre técnicos, y tenemos después que seguir luchando porque llegue el día en que no haya uno solo que funcione regular, que por causas subjetivas no haya ni regular ni mal, sino bien; es la única categoría que se admitirá en el futuro de nuestros servicios de salud pública (Aplausos), que irán enriqueciéndose con la enorme experiencia acumulada, irán enriqueciéndose por la incesante búsqueda de tecnologías nuevas que aparezcan en cualquier lugar del mundo.

Hoy posiblemente nuestro país es el de los servicios médicos más seguros y más universales, absolutamente gratuitos para los ciudadanos de este país que vivan en este país; repito, ciudadanos de este país que vivan en este país (Aplausos). Por razones humanitarias podemos atender a ciudadanos de este país en circunstancias especiales que no vivan aquí; por razones humanitarias podemos atender también, con servicios especiales, a ciudadanos extranjeros que no vivan en este país. Nosotros no podemos atender la medicina mundial, aunque sabemos que podemos hacer mucho, a partir de lo que hemos aprendido durante muchos años; podemos ayudar mucho a la medicina mundial y estamos haciendo un generoso esfuerzo.

Bueno, sabemos de personas que vienen de visita y van a un hospital y en un hospital a nadie le están pidiendo carné de identidad, pero debe irse estableciendo la conciencia de que los servicios de salud en nuestros hospitales son para los ciudadanos que viven y trabajan en Cuba, sin olvidar las excepciones de los que viven, holgazanean y parasitean en este país, que por elementales razones humanitarias no se les negaría jamás el servicio médico, porque no conozco un caso, por si alguno se dio alguna vez, no conozco un solo caso en que le pregunten a un enfermo que llega allí al cuerpo de guardia, o que necesite atenderse desde una gripe hasta una operación de cirugía cardiovascular a corazón abierto, quién es, cómo se llama, cómo piensa, o si están al servicio de alguna potencia extranjera para destruir esta noble Revolución que universalmente atiende a todos los hijos del pueblo, sin la más mínima discriminación, porque sería indigno de un ciudadano cubano discriminar a alguien en algo tan sagrado como es la salud humana.



Sí, aquí sabemos que algunos ganan mucho, ah, porque disponen de tal bien y ese bien les origina ingresos en virtud del crecimiento del turismo, etcétera; o algunos que prestan algunos servicios por los cuales cobran diez y hasta veinte veces más de lo que deben cobrar. ¡Y cuidado con los que crean que los servicios médicos en este país puedan servir para que algún pillín se beneficie! Y hay pillines; pero hay antipillines también, y puede haber medidas antipillines eficaces (Aplausos), y esa plaga no surgirá aquí.

Sabemos muchas cosas, no crean que ignoramos, que nos trajo el período especial, al escasear un material de un tipo y de otro, entonces venían: "Yo te busco esto si me resuelves esto, si me traes un regalito." Espero que la conciencia de nuestros trabajadores y especialmente de nuestros médicos repudien desde lo más profundo de su alma al mercenario que pretenda sobornar a un médico o a un prestador de servicio de salud (Aplausos), o que quieran estar cobrando por debajo de la mesa un servicio estomatológico, un servicio de la vista u otros (Aplausos).

Sabemos que hay algunas de esas cosas, nadie crea que aquí hay sordos o mudos, ni mucho menos, y mientras más cultura tiene nuestro pueblo, más lo capta. Casos se dan aislados, pero también vendrá la contracandela (Aplausos), el aislamiento; que nadie crea que alguien puede venir a abusar de la gloria y del prestigio adquirido con tanto sacrificio, con tanta sangre, con tanto honor, desde los que murieron en la primera guerra de 1868 hasta hoy. Y en nombre de esa gloria, en nombre de esos sacrificios, en nombre de esa sangre derramada, no prosperará, ni se imagine alguien que prosperará o tendrán futuro vicios que hoy son generalizados en el mundo capitalista.



En la medida en que hagamos los estudios pertinentes, estamos haciéndolos y lo haremos cada vez más, iremos descubriendo las causas del comportamiento de los seres humanos, dónde están los orígenes y dónde están esas causas. Por eso creemos tan ciegamente en la educación y la cultura, porque hemos visto el impacto determinante que tienen en la vida de cada ser humano; hemos visto que padres educados y cultos, o madres educadas y cultas, inculcan valores que duran toda la vida.

No quiero extenderme, pero les aseguro que hay muchas cosas de carácter social que están probadas. Hay que ir más lejos, y estamos trabajando en las profundidades de problemas que en el mundo ni se analizan; estamos analizando las causas naturales, genéticas, podemos decir, que promueven o hacen propensas a las personas a determinados actos.




Les pido su contribución a la salvación de los pueblos hermanos y del mundo, este mundo trastornado, cada vez más, por un sistema insostenible, que en este momento no tiene ni siquiera la posibilidad de asegurar que va a sobrevivir. Es insostenible este mundo porque conduce a la humanidad a la dilapidación de los recursos y a la destrucción de la naturaleza. Y parto de la idea de que el mundo y la naturaleza pueden salvarse. Es una apuesta por la inteligencia frente a la brutalidad y el salvajismo; una apuesta por la educación frente a los instintos; una apuesta a favor de la inteligencia humana.






Transcripción íntegra: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2002/esp/f031202e.html